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01012012



Siempre he dicho que para mí el 31 de diciembre es el día más deprimente y aburrido del año, no porque se acabe o lo que sea, sino por la compañía con la que me veo obligada a pasarlo. Acepto que crecí creyendo que algún día mis comienzos de año involucrarían un beso de año nuevo al marcar las 12, una tremenda celebración y un amanecer con mis amigos, algo que hasta ahora nunca se había cumplido. Hasta ahora.

Siendo este mi último año nuevo en Venezuela en quien sabe cuánto tiempo me decidí a hacer lo posible para al menos librarme de mis tíos borrachos y aburridos, lo cual debo decir que logré con éxito, incluso, llegando a cumplir gran parte de esa fantasía de película que tenía en la mente, cuya versión maracucha involucra un amanecer frente al Lago y tumbarranchos de desayuno - aunque digamos que el beso vino en hora de Alaska o algo así, pero cuenta.

Así que, feliz año a todo el mundo, vívanlo como si las profecías alteradas de los mayas fueran ciertas.



 




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