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times to start, times to end



Hace poco más de un año acababa de terminar la universidad y como es común aquí, no encontraba trabajo. Fueron meses difíciles y no solo en lo profesional. Conversando un día con mi papá, me dijo una frase que hasta ahora me ha quedado grabada en la mente: “Este va a ser un año de transición”. Se refería a mi vida profesional, pero aunque no lo sabía, eso también aplicaba a lo personal, y tuvo toda la razón.

No hablo de 2011 como tal, año calendario, sino del último año en mi vida, entre octubre 2010 y este que acaba de terminar. Un año de transición.

Muchísimo cambió en este año, en todos los sentidos. Me sentí completamente feliz y satisfecha con mi trabajo, me sentí frustrada con él, en este año me estanqué, me atreví, lloré, fui feliz, desafié mis propios límites, perdí a viejos amigos y gané nuevos, hice cosas que nunca pensé que haría, fui vulnerable, me morí del miedo, fui más valiente que nunca y me divertí increíblemente, me sentí miserable, me equivoqué, me volví a equivocar, aprendí mis lecciones, me sentí estancada otra vez.

Llega un punto en el que uno simplemente tiene que hacer cambios. Este es uno de ellos.

Mi mejor amiga una vez me dijo, no muy sobria, que yo era una persona posmoderna. La explicación que me dio – o la que recuerdo, porque tampoco estaba demasiado sobria en el momento – fue que soy alguien que vive cada etapa de su vida al máximo, saca absolutamente todo lo que puede sacar de ella y una vez que esta llega a su fin la deja ahí  y sigue adelante. 


En una vida que no ha tenido demasiado de excepcional han existido muchísimos momentos de transición - como supongo que existen en las de todos-, son muchas etapas que así como nacen, mueren eventualmente y en mi caso puedo decir con seguridad que cada una la he aprovechado absolutamente lo más que he podido y en todos sus aspectos. Pero por supuesto, después de la emoción inicial siempre llega un punto muerto, ese momento en el que el cuerpo te pide algo nuevo.

Magia Negra es un blog que nació al principio de una etapa, un blog que ha ido cambiando al igual que mi persona y esta vez, creo que ambos necesitamos una remodelación completa. Esto viene dándome vueltas en la cabeza desde hace ya un tiempo y aunque estoy orgullosa de él, el nombre Magia Negra ya no me representa. 


Llegó el momento de darle un makeover a ese espacio que llamo blog, un cambio de pies a cabeza, tomando lo mejor que aquel me dejó para llevarlo a algo que se parezca un poco más a donde estoy ahorita, o al menos a donde estoy intentando llegar. 



¿Qué tanto por una corona?



Nota: Esto no es un trabajo de investigación periodística ni mucho menos, es un simple y muy subjetivo relato de mi aún más breve experiencia en un ensayo previo al "magno evento de la belleza venezolana".

La cosa comienza así. Llego a El Palacio de Eventos una tarde bien soleada, sabiendo que supuestamente todo Maracaibo anda emocionadísimo porque por primera vez el Miss Venezuela será presentado aquí, cuando a mí no me podría dar más igual. Entrando al Palacio me encuentro con unos cien salserines agarrando sol, sentados frente a las puertas principales, quienes muy convenientemente decidieron aprovechar la situación para llamar la atención al hecho de que no les han pagado desde hace tanto que ni ellos mismos se acuerdan. Camino entre ellos y me adentro en el sitio, algo confundida y sin mucha seguridad de a dónde tengo que ir porque la verdad es que nunca he estado ahí. 

Por fin, subo un ascensor y llego a donde se supone que es la cosa. En la antesala se ven unas cuantas personas pegadas a los vidrios de las puertas intentando ver a Maite, a Chiqui, a Boris o simplemente cualquiera que se asome por aquellos lados, hasta los bailarines de Venevisión cuentan para sacar los teléfonos y las cámaras frenéticamente. Un par de gorilas de seguridad nos ponen a esperar, tienen que chequear nuestras credenciales y asegurarse de que estamos autorizados a pasar. Entramos. 

Lo primero que veo son las luces de la pasarela y el escenario. Todo, y hablo de absolutamente todo, es metalizado, brillante y con espejos, honestamente, la mitad del escenario parece decorada con papel aluminio. Los periodistas corren por todo el salón con sus camarógrafos persiguiéndolos, hay cada mujer -y hombres también- más maquillada y producida que otra dando vueltas, gente que según oigo es famosa me pasa por los lados pero estoy segura de nunca haberlos visto en mi vida. Mi único propósito es entrevistar a quien tengo que entrevistar, e irme. Por supuesto eso no va a ser tan fácil y una vez más, me toca esperar. 

Sentada mirando el espectáculo escucho la conversación de un periodista de farándula de un periódico local con alguna mujer que, según intuyo, es simplemente farandulera y ya. Comentan que las misses llegaron la noche anterior, se instalaron en sus habitaciones en el Hotel y a las cuatro de la mañana ya estaban despiertas; desde esa hora deben ir al gimnasio y entrenar para más tarde verse con los estilistas y comenzar con las preparaciones. Todo el proceso de arreglo, que incluye únicamente peinado y maquillaje, dura en total unas dos o tres horas o así comentan ellos. ¡¿Tú te imaginas lo que son tres horas con gente peinándote y embadurnándote de maquillaje desde las cuatro de la mañana?!. Ya para este momento yo estaba escandalizada.

Mientras tanto Kiara, Karina o como se llame, y sus bailarines están en el escenario ensayando lo que posiblemente será el peor cover de Lady Gaga en la historia, luego vienen las misses y comienza, para mí, el verdadero terror. Conste que estas niñas están despiertas desde las cuatro de la mañana, con estilistas persiguiéndolas a toda hora para asegurarse que se vean absolutamente perfectas mientras caminan en sus tacones de diez centímetros de alto y cargan esas cintas con el nombre de su estado en todo momento. Y ahí están, de punta en blanco en esa tarima practicando su coreografía. Frente a ellas se sienta un hombre que me asombra más por el estridente estampado de su camisa y el sweater perfectamente anudado a su cuello que por la gordura que le rebosa de la silla. 

Ahí está él, otro supuesto famoso del cual yo no tengo idea, muy tranquilo, sentado con micrófono en una mano y bastón en la otra, ordenando que paren la música a cada rato para gritar algo tipo: "¡Miss Carabobo! ¡¿Dónde está la sonrisa Miss Carabobo?!" aunque ella, como todas, parece petrificada de por vida con la misma expresión facial de una Barbie, o "¡¿Nueva Esparta qué haces ahí si tu vas a la derecha?!" "¡¿Para dónde vas tú Yaracuy?!". No me está gritando a mí y ya me tiene harta, todavía me sorprende cómo no le han clavado un tacón en la cara. Pero no, esas mujeres no muestran emoción alguna, solo sonríen. De verdad parecen hechas de plástico y no estoy hablando de sus implantes.

Tras hora y media de taconeo y baile, bajan del escenario a descansar unos minutos para ser recibidas por la horda de periodistas frenéticos haciendo toda clase de preguntas, tan ridículas y tan genéricas que estoy segura que en algún lado deben vender el guión que las contiene -"Guía práctica para periodistas de farándula. Capítulo IV: Entrevistas para concursos de belleza"- a las cuales todas responden con un tono de voz perfectamente modulado, sin perder sus sonrisas y su compostura en ningún segundo, algo así como unas Stepford Wives pero en skinny jeans, franelillas negras y diez años menos. Yo solo me pregunto, ¿se supone que estas niñas transformadas en muñecas autómatas representan a la mujer venezolana?.

Detesto los concursos de belleza y siempre lo he hecho, detesto la manera superficial, degradante y básica en la que representan a las mujeres, como si la belleza se midiera por tallas o litros de laca utilizados en la cabeza. Pero esta vez no pude evitar ver las cosas desde el lugar de las participantes y sentir curiosidad. Me pregunto, ¿qué lleva a una mujer a querer esto? y una vez que este se convierte en su sueño, ¿de verdad les parece suficiente la recompensa que quizás obtengan después de tanto trabajo y tanta molestia?.

Yo solo estuve unas pocas horas ahí, solo me asomé a un pedacito de la realidad que ellas deben haber estado viviendo desde hacía meses, pero aún así sentí algo de lástima al pensar en todo aquello por lo que tienen que pasar para tener la oportunidad de pararse en ese escenario, a ser juzgadas hasta en los más mínimos detalles y de la manera más subjetiva posible por un grupo de jueces rancios y estirados, para luego, de ser lo suficientemente afortunadas -porque ganar aquello no puede ser mucho más que suerte considerando que a todas las han programado para lucir y actuar exactamente iguales- obtener una corona, mientras las participantes restantes son desechadas y olvidadas de inmediato, ya que ninguna de ellas es la más bella.

¿Y en mi país aplauden y veneran esto?.

De la adolescencia en los noventa, Rookie y JD Samson




Cuando estaba creciendo yo no tenía Teen Vogue, Seventeen ni nada por el estilo. Ser adolescente en Venezuela entre 1996 y 2004 significaba leer religiosamente la revista , arrancar afiches de Bravísimo y Bravo y ver capítulos viejos de series adolescentes que habían sido canceladas hacía años en sus países de origen. Así, la adolescencia de la clase media en Venezuela era igual a como debió haber sido la adolescencia de la clase media en Estados Unidos, solo que con algunos años de retraso en cuanto a modas. 

Volviendo a la Tú, esta era algo como una cosmopolitan aprobada para niños. La clase de revista que te enseñaba a maquillarte, “vestir bien” y eliminar espinillas que ni siquiera te habían salido. Aquí no se hablaba de “50 Maneras para volver loco a tu hombre” pero sí de “10 Imanes de amor ¡Magia para conseguir galán!”. En fin, una revista para adolescentes como cualquier otra, vendiéndote imágenes de niñas populares, “chavos” guapos y citas ideales a la luz de las velas. Imágenes que no siempre eran terribles, pero tampoco eran reales. 

Una de las principales decepciones de mi adolescencia fue darme cuenta que yo nunca iba a ser una de esas niñas bonitas que tanto me vendían y que esas niñas bonitas nunca iban a ser mis amigas de verdad. Así es la vida. A los trece años yo no tenía ni un pelo atractivo – pondría una foto pero todas fueron eliminadas para siempre, así de horrenda era - usaba frenillos, mis bandas favoritas eran The Cure, The Calling – el primer cd era bueno, lo juro- y Blink 182, las únicas novelas a las que me le acercaba eran aquellas que podía leer y creía firmemente en el matrimonio gay, la igualdad de sexos y los derechos humanos para todos. Uno no tiene que vivir en una sit-com americana para entender que todo eso es igual a rechazo inminente. Es lo que me enseñaron los medios, y en una edad en la que se supone que lo más importante es ser aceptado y tener novio, a mí, como a millones más en aquel entonces, antes y hoy, me hacía falta alguien que me dijera que la vida no se basa en eso, que la adolescencia no es nada como ellos la pintaban. 

Toda esa introducción viene porque ahora, por fin, existe una pequeña luz al final de ese horrible túnel que es la adolescencia mediática, una luz alzada por otra adolescente para iluminar a todos aquellos que sufren por esto hoy y ganarse el respeto de quienes lo sufrimos ya, porque yo lo habré superado, pero aún entiendo lo loca que puede ser esa época. Esa pequeña luz se llama Rookie Mag, una revista online para adolescentes imperfectos y reales, con ideas propias e interés por algo más que “la cita perfecta” y “encontrar el amor” a los 14 años. Rookie Mag es dirigida por Tavi Gevinson, la chamita detrás de Style Rookie, uno de los blogs más visitados en el momento gracias al hecho de que está manejado por una enanita quinceañera obsesionada con The Virgin Suicides, Rei Kawakubo y el riot grrrl movement, una niñita que a su corta edad es asistente fiel a toda semana de la moda y tiene la costumbre de sentarse a hablar sobre caramelos y flores con las hermanas Mulleavy - ajá, las de Rodarte. 

Su revista está inspirada en Sassy, una publicación similar que dejó de existir a mediados de los noventa y representaba una opción alterna para las niñas de la época, hablando sobre suicidios, ETS y feminismo mientras se burlaban de los consejos de otras revistas para atrapar a ese chico perfecto. Aunque han pasado ya quince años desde que esta desapareció, la adolescencia sigue siendo igual y la necesidad de algo como esto se mantuvo ahí. Tavi lo vio y lo aprovechó. 

Rookie es verdaderamente fantástica, algo súper sencillo, pero perfecto y que es necesario agradecer. Este post es para eso. 

Gracias Rookie por servir de guía a esos pobres niños desubicados. Gracias Rookie por decirles la verdad sobre la adolescencia, porque esta es muchísimo más que tener el cabello lo suficientemente perfecto como para que esos niños mayores de cabello también perfecto quieran brindarte un refresco de la cantina, mucho más que quitarte los lentes, los frenillos y subirte el ruedo de la falda para que de pronto todos se den cuenta que en verdad eres bonita y decidan invitarte a sus fiestas. 

Gracias Rookie por mostrarles que está bien ser quienes son y que no todo en la vida se trata de encajar a la perfección, sino que de hecho, en algunos años aprenderán a agradecer que nunca lo hicieron. Gracias por mostrarle a esos niños – a través de las experimentadas y geniales voces de gente como Zooey Deschanel, Fred Armisen y JD Samson – que lo más importante no es ser la más bonita, la más querida y la más popular, que la adolescencia es solo una etapa, que ella no define sus vidas ni es lo más importante o los mejores años que tendrán jamás y que, si algo tienen de cierto las leyendas perpetuadas por los medios, es que en la mayoría de los casos quienes fueron lo máximo en esos tiempos son los primeros que se vuelven feos, aburridos y fracasados post graduación, mientras los rechazados terminan convirtiéndose en Zooey Deschanel, Fred Armisen y JD Samson.

Así que si tienes más de once años y te están empezando a salir pelos raros te recomiendo que leas esta revista, puede que te sirva para entender un poco estos años que se vienen. Y si ya esos pelos te salieron, te graduaste del colegio y tienes años sin ver al resto de tu promoción, no importa, porque esta revista también te puede ayudar a reírte un rato de tu estupidez en aquel entonces o incluso, actuar como guía en lo que estás viviendo ahorita, porque en la vida siempre nos vamos a encontrar gente que sigue creyendo que está en el colegio.

Adiós MTV, me abandonaste...

Sé que te conocí estando demasiado joven, pero debo decir que aún estabas en todo tu esplendor. Me parece tan raro escuchar que ya cumpliste treinta cuando puedo jurar que no fue hace tanto que te vi por primera vez. Me acuerdo bien de ese día, es que nunca había conocido algo tan lindo como tú. Hasta  entonces solo había escuchado tu nombre en alguna conversación entre mis primos mayores, no sabía exactamente quién eras pero te nombraban de tal manera, te exaltaban de tal forma, que las ganas de conocerte verdaderamente me volvían loca. Y entonces apareciste. Así, cuando menos lo esperé.


893-Yakuza, un fotógrafo entre mafiosos



La combinación de un fotógrafo y la alta mafia japonesa es algo que no cualquiera creería posible de una sola vez, mas de eso se trata el más reciente documental de Anton Kusters. Él, es un fotógrafo especializado en proyectos a largo plazo y ellos son la famosa Yakuza, posiblemente la organización criminal más grande del mundo. Cómo Anton consiguió acceso a su mundo no se sabe exactamente, pero tras muchas negociaciones a través de un intermediario, él y su hermano lograron desde 2009 sumergirse dentro de ella y tomar cada una de las increíbles fotografías que conforman 893-Yakuza.