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Mi Primer Icono Feminista: Mi Mamá


Aprovechando que es el día de la madre, y por estar tan lejos de la mía me costó mucho pensar en qué regalarle, decidí que la mejor opción era dedicarle un post en mi blog para que todos sepan por qué la mía, de verdad, es la mejor mamá del mundo - mami, no empieces a llorar todavía, te conozco -.

El feminismo es una cosa sobre la que me mantengo hablando y escribiendo no sólo por aquí sino por todos lados y aún así, nunca me había sentado a explicar por qué soy feminista y quiénes influyeron en ello, así que aquí va.

Mi primer icono feminista: Mi mamá, Marielsa.

Toda la vida he sido dispersa, "llena de ideas", digamos - por no decir inventora - y una de las manifestaciones más potentes de esa característica fueron todas las veces que le dije a mi mamá: "Mami, quiero ser __________". Desde bailarina, a maestra, cantante y científica, cada vez que llegué con algún nuevo "talento a explorar" u objetivo de vida mi mamá me apoyó desde el primer minuto.

Cuando dije que quería ser paleontóloga y descubrir dinosaurios en los desiertos australianos, mi mamá - y mi papá también, que no es por echarlo a un lado porque ambos siempre han sido así de geniales, pero es el día de la madre y, papi, a ti no te tocan tus halagos aún - me llenó el cuarto de libros y juguetitos de dinosaurios. Cuando dije que quería ser gimnasta mi mamá me compró las mallas y buscó un gimnasio a donde llevarme para yo poder cumplir mi sueño de ir a las Olimpíadas, sueño que duró hasta que descubrí que me daba PAVOR hacer un salto mortal sin la piscina de goma espuma ahí para protegerme.

Cuando dije que quería ser baterista, no me compró la batería porque ya me conocía, pero igual me llevó a clases y me prometió que si aguantaba un año entero me compraba una batería para que hiciera todo el ruido que quisiera. lo cual obviamente no ocurrió...

Mi mamá es la única mujer entre cinco hermanos, razón por la que siempre fue la nena consentida que no lavaba un plato, a quien literalmente le ponían las medias y peinaban el cabello mientras ella desayunaba tranquilamente antes de irse al colegio. Sin embargo, ello no fue razón para que mis hermanas y yo fuésemos también unas nenas consentidas. Sé, porque ella misma me lo ha dicho, que nunca quiso que sus hijas fuesen tan dependientes como ella lo fue de pequeña, por ello que uno de mis primeros recuerdos es el de mi mamá llevándome a la cocina para ayudarla a preparar la cena, y más adelante enseñándome y obligándome a arreglar mi cuarto y hacer mis tareas sola, preparándome para el momento en que inevitablemente ni ella ni nadie estuvieran a mi lado para ayudarme.

Gracias a mi mamá y a lo que ella me enseñó fue que a los 22 años pude irme de la casa familiar a vivir sola y ser independiente, en un país donde nadie me iba a ayudar más de la cuenta. Gracias a mi mamá hoy puedo decir que no me hace falta depender de nadie más que de mí misma, porque ella me enseñó todo lo que necesitaba saber.

Estudié toda la vida en un colegio católico, hice mi primera comunión e iba a misa todos los domingos puesto que eso fue lo que me inculcaron en casa. A los catorce años me senté ante mis padres y les dije que no quería seguir acompañándolos a misa porque eso de la religión, la biblia y la iglesia católica no me convencían ni eran lo mío. Aunque estoy segura que ninguno de los dos quiso brincar de la felicidad ante lo que les dije, ambos escucharon mi opinión con atención y nunca más me obligaron a ir a una misa dominical y es que así son mis papás y así es mi mamá, alguien que tal cual como tiene opiniones propias y las defiende, espera que otros, entre ellos yo, su hija mayor, también las tenga, las defienda y las exprese.

Mi mamá me enseñó a no quedarme callada ante nada, a analizar y cuestionar todo, incluso lo que ella misma me enseñó, simplemente porque uno tiene que formarse sus propias creencias, sus propios puntos de vista y sus propias opiniones, no repetir ciegamente los de otros.

Ninguna mamá es perfecta, así como ningún hijo tampoco lo es. La mía y yo somos muy distintas y estoy segura de que ella no hubiese vivido la vida como yo la he vivido, pero a pesar de todo no sólo confió siempre en mí, sino que me dejó vivir mi vida tal cual y como es: Mía y de nadie más.

Cuando dije que iba a ser periodista lo primero que la mayoría exclamó - y sigue afirmando aún hoy, como si uno no lo supiera ya por experiencia - fue: Te vas a morir de hambre. Mi mamá no. Mi mamá no sólo dijo que ese era el trabajo perfecto para mí sino que, además, me aconsejó a tener oídos sordos ante los "consejos" de los otros y guiarme simplemente por lo que amo y lo que me hace feliz, que aunque termine siendo una muerta de hambre al menos sea feliz haciendo lo que hago.

Nosotras no siempre coincidimos, de hecho, a veces pienso que apartando lo físico no nos parecemos en casi nada, y si bien discutimos mucho, sé que pase lo que pase ella siempre va a respetar mi punto, mis decisiones ¿Y qué es más feminista que eso y todo lo demás que ella me ha enseñado?: El valor que hay en mí misma, el derecho a no depender de nadie y vivir mi vida tal cual como yo lo he querido, el derecho a ser respetada por lo que soy y por lo que pienso, a tener una voz, un presente y un futuro propios. El derecho a la igualdad de condiciones.

Mi mamá, sin saberlo y sin autodenominarse feminista, me inculcó todo lo que necesitaba para ser la mujer que soy hoy y en la que espero convertirme algún día. Mi mamá me enseñó el feminismo desde antes que yo supiera que existía esa palabra y por ello siempre le voy a agradecer, porque no existe mamá mejor que la mía y porque sé que ella va apreciar más estas palabras completamente sinceras que cualquier otro regalo material, así como siempre apreció los postres que le preparé cada año que viví junto a ella porque siempre fui mala con el dinero y no había manera que recordara ahorrar para el día de las madres hasta que ya era demasiado tarde.

Te amo mami, gracias por todo y feliz día. Prometo que algún día, cuando sea rica y famosa, te llevaré a París y a Japón para compensar todos los cumpleaños/días de la madre que no te he regalado nada más que dulces, o escritos.