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Sóley para el corazón


No sé con qué tanta frecuencia a los demás les pasa pero mi mente se la pasa llena de "proyectos maravillosos" como yo los llamo, esos que nada más tienen que terminar de salir de mi cabeza y convertirse en realidad para cambiar el mundo y descubrir las grandes verdades del universo - algo egocentrista de mi parte ¿No?. El último de esos proyectos es descubrir qué tiene el agua de Islandia que hace que de allá salgan tantos músicos maravillosos.

De mi relación con este país helado y misterioso he hablado antes, y en esta ocasión vuelvo al tema gracias a mi más reciente descubrimiento: Sóley.

No se me ha ocurrido hasta el momento mejor frase para describir la música de esta chica que aquella usada por Rebecca Willa Davis de la revista Nylon y es, aquí va, "beautiful in an almost alien way". Y es que así es como se siente cada detalle de su disco debut "We Sink", como un sonido etéreo que no tienes ni idea de cómo categorizar, algo que no tiene ni siquiera imágenes sensoriales definidas, sino que como una cosa extraña, volátil y fuera de este mundo te atrapa y te lleva flotando hasta otra dimensión.

Acá les dejo un video para que la conozcan, y más abajo un link para descargar su disco, porque lo bueno está para ser compartido.




Tú no los ves porque son invisibles



Cuando estás en Venezuela Los Amigos Invisibles son algo así como una eminencia. Hay quien los ama, hay quien los respeta, pero es difícil encontrar a quien los odia. Son la insignia de la música hecha en Venezuela, los que ganaron reconocimiento afuera cuando más nadie lograba cruzar la frontera.

Cuando Los Amigos Invisibles agendan show en Venezuela, no ir es pecado capital. Un pecado que por mil razones distintas yo siempre cometí.



Así es, la primera vez que vi a Los Amigos Invisibles fue este miércoles, en Santiago de Chile.

El otro día conversaba con mi mejor amiga sobre lo fuerte y extraña que es la nostalgia. Considerando que salí de Venezuela simplemente porque siempre lo quise, y que a diferencia de la mayoría de los que se van,  nunca tuve mayor necesidad de hacerlo, mi proceso de salida del país que me vio crecer ha sido muy distinto al de mis demás amigos y conocidos.

Yo no extraño vivir en Venezuela. Extraño la playa, extraño andar por la calle en falda y sin medias panty, extraño los tequeños, las mandocas y el pasticho de mi mamá, extraño a mi familia, mis amigos, pero no extraño vivir en mi país y la verdad, no volvería a vivir allá.


Para mí Venezuela es como el primer amor: Lo amaste y lo vas a amar siempre, le debes de todo, lo recuerdas con cariño porque te cambió la vida y agradeces absolutamente todo lo que ocurrió - hasta lo malo - pero se quedó ya en el recuerdo y aunque pudieras, no volverías a él ni porque te pagaran.


Cuando anunciaron que venían a Santiago Los Amigos Invisibles, un pedacito de mi país, de mi idiosincracia y mi cultura, por supuesto que me emocioné, pero mi emoción no venía porque ame a esta banda como tal -sí, me gustan mucho, pero tengo que luchar contra mi yo feminista cada vez que dejo de bailar con sus canciones y empiezo a prestarle atención a sus letras -, sino porque la oportunidad de verlos y escucharlos era una ventanita hacia mi país, como comer arepas o hablar con algún maracucho.



Lo más lindo de esa noche fue darme cuenta que yo no era la única venezolana en el Subterráneo sino que éramos muchísimos, y que nos reconocíamos entre nosotros, porque aunque yo no extrañe a Venezuela siempre va a ser rico toparte con aquello que conoces y que aprecias, aunque sea por sólo una noche.


Para ser bien sincera el show estuvo increíble, y no creo que haya sido mi sola opinión porque ese público saltaba y bailaba como nadie, cosa que me he dado cuenta con el tiempo que a los chilenos no se les da muy fácil. Durante dos horas que pasaron volando Julio, Cheo, Armando, el catire, Mauri y Mamel se comieron completo al Subterráneo, bailando mejor que nadie, echando chistes, improvisando, coqueteando y en total, mostrándole a Santiago cómo somos los venezolanos, que nos reímos de todo, nos divertimos con lo que sea y no nos tomamos en serio ni a nosotros mismos.

Más que una reseña, este post viene de la nostalgia y del cariño, porque siempre es lindo recordar por qué amas tanto a un sitio aunque sepas que lo mejor que pudiste hacer fue dejarlo atrás.





Revisa en mi flickr más fotos del show, y si lo que quieres es escuchar el setlist, nada más dale play por acá:





En Defensa Del Reality Basura

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El camino sigue ahí


Por 20 años de mi vida viví en Venezuela, y en ningún momento de los 23 que llevo encima me he avergonzado de ello. Todo lo que soy hoy se lo debo a Venezuela, hogar de las personas que más amo y he amado.

A mí no me digan, entonces, que con Chávez mi país tiene lo que se merece.

Nadie merece vivir con miedo, nadie merece a un ladrón que se robe el fruto de su trabajo y su sustento para regalárselo a sus amigotes que nada hicieron para obtenerlo excepto aplaudir y asentir cuando se les exigió. Nadie merece que lo insulten, que lo denigren, que lo ignoren, simplemente por no pensar como el que tiene más poder. Nadie merece que lo echen de su país, que lo alejen de su familia, que le quiten la esperanza y llenen lo que le rodea del más puro odio, resentimiento e intolerancia. Nadie merece vivir en la calle, ni que le prometan cosas que jamás se van a cumplir, nadie merece que le mientan ni mucho menos que lo tomen por idiota y ciertamente, mi país no merece nada de eso.

Sí, 54% de Venezuela votó por seis años más de un gobierno que se ha vuelto intolerable para el resto. Las razones por las que lo hicieron las desconozco, y sé que aún si las conociera no las entendería, porque por más que busco en mi vida la objetividad, habiendo conocido a fondo y desde todos los ángulos la Venezuela de Chávez no hay manera alguna de que pueda apoyarle.

En mi país hay millones de problemas y, no sé si será un mal latinoamericano, si viene desde la Cuarta República o si es que se lo trajo este señor consigo, pero el caso es que uno de ellos es esa mala costumbre de ver al político como el responsable del cambio, sin entender que un político es un empleado público, elegido para desempeñar una tarea: La de llevar un país hacia adelante. El político no es un mesías bajado del cielo que vino a hacernos el favor de salvarnos. El político no es el camino, y ni siquiera creo que merezca ser llamado el guía.

Muchos me criticaron por este comentario:

¿Qué hace a esa gente que idolatra, sigue, besa y se arrodilla ante Capriles por verlo como el salvador de la patria distinta de un chavista? Nada, el color de la franela solamente. 

El día que en Venezuela entendamos que el político no es dios, ni un novio, sino un empleado al que hay que exigírsele buenos resultados como a cualquier otro, es que vamos a salir de este hueco en el que estamos.
Pero hoy más que nunca me mantengo firme ante lo que dije ¿Por qué? Porque desde el momento en que fueron anunciados los resultados a estas elecciones la desesperanza pareció apropiarse de todos aquellos que horas antes estaban llenos de fe.

En medio de su odio y su despecho se les olvidó notar que seis millones de personas apostaron por un cambio, seis millones que hace seis años no existían.

A ellos solamente les digo esto, porque se hace tarde y la tristeza que siento por mi país y mis 28 millones de compatriotas - Sí, incluso por los que dejaron de votar y los que votaron por Chávez, nadie necesita más odio - me hace difícil hasta seguir escribiendo:

El camino sigue ahí. El camino no es un hombre. El camino ni siquiera tiene por qué ser la mayoría. Dense cuenta de eso y si de verdad quieren algo, acuérdense que ahora hay una rendija abierta en el futuro de Venezuela, sólo falta que quienes quieran meterse a través de ella lo hagan, porque el camino lo trazamos todos.

Yo no te voy a decir que votes


Yo no te voy a decir que votes porque estoy segura que ya mucha más gente de la necesaria te lo ha dicho.

No te voy a decir que votes porque con qué moral, si yo en mi vida sólo he votado una vez y he dejado pasar mil elecciones más, para mil cargos y aún más resoluciones.

Yo no te voy a decir que votes no porque no quiera que lo hagas, sino porque tampoco creo que deberías dejar de hacerlo.

La verdad es que a mí poco me interesa por quién votes, o por quién dejes de votar, porque a fin de cuentas yo soy la primera que se niega a acercarse a una urna a menos que piense que su voto va a servir para algo.

Así es, yo no voto. Sólo lo he hecho una vez, y aunque estoy segura que por quien voté no va a salvar el mundo, lo hice sólo porque no me hace sentir que mi decisión se irá a la basura. Entonces ¿Cómo te voy a decir que votes?

No voto porque soy de la firme creencia de que ningún político es la salvación, ninguno es el mesías, yo no creo ni en santos ni en milagros. Mucho menos creo en políticos.



No voto porque no me quedo con ese cuento de "mejor el malo que el peor". Porque cuando gane el malo en vez del peor y llegue a cagarlo todo de igual manera, yo quiero al menos contar con la satisfacción de que no fui de los que le dio permiso y poder suficiente para dejar las cosas como las dejó.

Yo, María Virginia Parra, simplemente no te voy a decir que votes porque al final el que decide si sale de la cama ese domingo, se aguanta la resaca del día anterior y se para en una cola a pasar sol para hacerlo eres tú. Tú y nadie más.





Tú eliges a tu candidato. Tú eliges a tu presidente, o no lo eliges, si por alguna razón no te da la gana y prefieres quedarte echado en casa viendo películas. Te diga lo que yo te diga eso no va a cambiar, y mi punto no es ese, mi punto es que tú tienes el derecho a elegir, pero antes de hacerlo, como con cualquier decisión, detente un momento a pensar en el por qué y el para qué de lo que escogerás hacer.

Siéntate un rato y mira a tu alrededor, porque eres venezolano y has vivido en ese país, y has visto lo mismo que otros 28 millones de personas durante trece años - cada uno desde su propia perspectiva, obvio - hemos visto y hemos vivido. Y eso no es cualquier cosa.

Tú sabes la realidad en la que estás, y si bien ninguno de nosotros es adivino no es difícil imaginar lo que se viene para nuestro futuro el día después del 7 de octubre, gane quien gane, pierda quien pierda.

Piensa entonces, qué clase de mañana quieres. Qué clase de vida deseas.

Si quieres cambio o te gustan las cosas como están, si te aburriste o estás cómodo así. Decide tú qué expectativas tienes y quién será más capaz de cumplirlas.

Porque la decisión es tuya, y el voto es tuyo, y aunque yo no te voy a decir que votes, pase lo que pase y escojas lo que escojas el poder está en tus manos.

No en las mías, ni en las del vecino, ni en las de tu mamá.

En las tuyas.

Sólo te digo que el destino no existe y que cada quien traza su camino, cada uno de nosotros es responsable de asumir lo suyo, y no hay cosa peor en la vida que dejar que otro decida por uno.

Así que sí, no te estoy diciendo que votes, te estoy diciendo que pongas tu cabecita a trabajar no más, que veas todas tus opciones, las analices fríamente como lo harías si fueses a decidir cualquier otra cosa que sólo te concierne a ti, y elijas muy tranquila y calculadamente lo que harás con la oportunidad que se te está dando. Porque una como esta no vendrá en mucho tiempo más.




Esto es tuki y va en serio


En Venezuela nos podremos burlar mucho, pero el Tuki es cosa seria. Y el que diga que no nunca se ha gozado una miniteca como es.

Nosotros también producimos nuestros propios géneros, y lo que en Venezuela siempre ha sido visto como de "malandros" en verdad es un trabajo que se merece tanto reconocimiento como el resto de nuestro "talento nacional".

Disfruten este documental y listo, unos 17 minutos que te abrirán los ojos, de cómo se hace electrónica en Venezuela.