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Doce Meses, Doce Conciertos


Normalmente hago conteos de fin de año, sin embargo, esta vez lo pospuse y lo pospuse tanto que al final decidí que si no me salía colocar uno aquí, era simplemente porque algo en mí no quería hacerlo, llámelo pereza o lo que sea, al menos en SmartMusic sigue estando la lista de mis discos favoritos para 2012.

Este, sin embargo, es un top bastante especial, uno que va más allá del amor por la música y reúne dentro de sí algunos de mis mejores y más importantes momentos de este año que se termina, el cual trajo consigo más sorpresas y emociones fuertes que ningún otro.

Este es el top de mis shows favoritos de 2012.

Hace un tiempo dije que 2012 era para mí el año de los conciertos, aquel en el que por fin iba a cobrar todos esos shows que me perdí porque a Venezuela nunca va nadie y porque cuando por fin alguien interesante se aparecía el no perdérmelo implicaba todo un sacrificio. No sé si el año que viene será igual, dudo que mis finanzas me lo permitan si ya declaré oficialmente a 2013 como el año de los viajes, pero al menos siempre tendré los recuerdos de los 12 meses más bonitos de mi vida hasta ahora y toda la música que trajeron consigo.

Así que sin más introducción y sin ningún orden en específico, comencemos el conteo:

- LADY GAGA (16/11)

Yo nunca he mentido respecto a mi amor por la Gaga, como buena amante del pop que soy me fascina una diva, y entre las que pude ver este año la que se la comió por completo fue ella.

Con ella ya sabemos que al menos la mitad del espectáculo lo aporta lo visual: Un castillo masivo con compuertas que se abrían y cerraban para revelar toda clase de elementos, bailarines, luces, efectos, humo, motocicletas y vestidos, SUS VESTIDOS... Todo hace de este show algo increíble pero sin lugar a dudas, lo más lindo es como la misma Gaga te demuestra que debajo de todo eso lo que está es una niñita que todavía le cuesta creer que esas 40mil personas fueron a verla a ella.

- PEACHES (01/04)



Mencioné más arriba que había visto a varias divas este año, y si me voy a mi lista estoy segura que tuve la suerte de empezar por lo más alto, entre ellas, con Peaches.

Por algunos momentos previos al Lollapalooza dudé de cómo la iba a hacer si me chocaba con MGMT, al final decidí que Peaches es Peaches y no hay nadie como ella así que vería a MGMT en otra ocasión. Más o menos una hora de espera tragando tierra lo valió todo porque pude verla en primera fila, y, tras ver su excelente set sólo debo decir que esta mujer es la mamá de todas las divas showceras.

- FOO FIGHTERS (01/04)

No soy fan consagrada de Foo Fighters, nunca lo he sido, sin embargo, reconozco una leyenda cuando la veo y después de haber estado ahí para esa épica presentación que debía durar dos horas y se prolongó a más de tres cerrando el Lollapalooza, admito que me quito el sombrero ante esta banda y que volveré a pagar para verlos en vivo cuantas veces pueda.

- BOMBA ESTÉREO (24/11)

Dentro del Primavera Fauna de este año, lo mejor, lejos, fue Bomba Estéreo. Los autores de uno de mis discos favoritos de este año me dejaron con la boca abierta y los pies adoloridos después de tan excelente show, del cual puedes saber más leyendo por aquí.

- KISS (10/11)



Nada que decir excepto que uno no se puede mudar al más allá sin haber visto a Kiss en vivo.

- UNDEROATH (31/05)

Pensar en que por poco me pierdo este show me da escalofríos, no sólo por lo bueno que estuvo, sino porque sería la primera y única oportunidad que tendría de ver a una de mis bandas favoritas. De más está decir que cuando anunciaron que se separaban unos meses después solté las lágrimas que la emoción me hizo aguantar durante toda su corta pero increíble presentación.

- ZOÉ (12/09)



Normalmente cuando ves a una banda por segunda vez ya tienes idea de qué esperar y basas tus expectativas en relación a ello. La segunda vez que pude ver a Zoé, una de mis favoritas, no fue en nada como me lo esperaba, y no lo digo a mala manera.

- ÁLEX ANWANDTER + ASTRO (10/08)

Poco a poco tanto Álex como Astro han entrado a mi lista de imperdibles - en especial Álex, que cada vez me parece más encantador - y si bien los he visto juntos varias veces, esta ocasión en Amanda fue en definitiva mi preferida.

- THE USED (10/10)



"Esto es como para ir con los amigos de MySpace" me dijo un amigo respecto a este show. Morí de la risa porque tenía toda la razón, en especial por el hecho de que verlos fue recordar la mejor parte de mi adolescencia en la cual ellos formaron parte del soundtrack infaltable.

- DEVENDRA BANHART (30/11)

Creo que esta comparación es suficiente para ilustrar lo mucho que disfruté este show: Durante la hora y tanto que duró mi expresión facial fue la misma que aquella carita del Whatsapp de un gatito con corazones en vez de ojos.

De más está decir que salí del Caupolicán esa noche como flotando en una nube rosada con corazones, burbujas y estrellas a mi alrededor.

- JUSTICE (03/05)


En un principio me sentí mal por haber llegado tarde y perderme casi todo el show previo de Modeselektor, pero una vez que estos chicos salieron a escena con sus cruces fluorescentes se me pasó todo y la única preocupación fue bailar, bailar y seguir bailando.

Menos mal que cambié de opinión minutos antes de salir de casa y me cambié los tacones por unas gomas, porque sino posiblemente se me habrían caído solos los pies de todo el uso que les di.

- LOS AMIGOS INVISIBLES (24/10)


Este show fue sumamente especial, mas que por Los Amigos Invisibles por los sentimientos que evocaron en mí, algo que explico mucho mejor por acá.

Para ver más fotos de los shows a los que he ido puedes pasar con confianza por mi Flickr.

¿Y qué tiene de malo lo popular?




Al igual que los reality basura, la música pop es sumamente marginalizada y como yo tengo debilidad natural por los underdogs, aquí mis razones para defenderla.

Mi amor por la música pop no es secreto ni lo ha sido nunca, bastantes veces aquí he declarado la emoción que me produce una canción de los Backstreet Boys, o lo mucho que amo a Lady Gaga (BORN THIS WAY BABY!), por más que pasen los años y más que aprenda de música todavía no consigo qué tiene de malo una letra pegajosa, unos beats bailables y una buena coreografía y es que el que no haya cantado al menos una vez un Call Me Maybe a todo pulmón que lance la primera piedra.

Este mal no es un mal de hipsters, es un mal de todos: Cuando surgieron los Beatles - aquellos a quienes muchos de los principales detractores de la música pop toman como bandera - salieron miles y millones diciendo que aquello no era música, que qué le pasaba a esos flacos de pelo largo, que esas letras no significaban nada y así podemos seguir, seguir y seguir. Pero a decir verdad, ¿Qué son los Beatles? Música popular a todo dar. No me van a decir que "I Wanna Hold Your Hand" es una canción con un significado mucho más profundo que el de "Teenage Dream" de Katy Perry ¡Claro que no! No existe cosa más popular que los Beatles, literalmente, por algo tienen el título de los artistas con mayores ventas en la historia.

¿Y qué era popular antes de los Beatles? Sinatra, Elvis, Buddy Holly... Música que no tiene otro nombre que POP. ¿La música pop es prefabricada? ¿Cómo piensas que surgieron Diana Ross y The Supremes? Como un producto cuidadosamente elaborado ¿La música pop tiene demasiado contenido sexual? Hola, ¿Se acuerdan de los movimientos de cadera de Elvis y la controversia que ello llevaba? Ahí lo tienen ¿Dónde están sus argumentos ahora?

Lo cierto es que la idea de que la música actual es mala no es nada nueva, se trata simplemente de una brecha generacional, y si no me crees pregúntale a tu papá qué pensaba tu abuelo de la música que él escuchaba. Estamos acostumbrados a pensar en el pasado como algo más bonito, cuando la verdad es que, en el caso del pop, las diferencias no son tan grandes.

El caso es que la música pop se llama de tal manera por la simple razón de que es popular, está apuntada hacia un público mucho más amplio, y nos guste o no, a la mayoría de la gente no le interesa analizar una canción de principio a fin, no sabe de grandes obras musicales, ni tiene el tiempo o la voluntad para ahondar en piezas maestras, de lo contrario, bandas como Sigur Rós serían muchísimo más conocidas y apreciadas de lo que en verdad son - aún recuerdo la vez que alguien me dijo que "Glósoli" era música de ascensor. La música pop es popular por la simple razón de que apela a tus sentimientos más básicos, es sencilla, por lo general es alegre, es algo con lo que te puedes identificar de inmediato y por sobre todas las cosas, es entretenida.

No hace falta que lo pienses ni lo analices mucho, al escuchar una buena canción pop esta se te pega casi de inmediato - Piensa en cuánto tiempo te tomó sacarte de encima "Oops! I Did It Again" la primera vez que la escuchaste - y no se va de tu cabeza, te hace bailar, te hace cantar, te hace, por sobre todas las cosas, sentir feliz, porque de eso se trata: De que sea algo tan básico, tan general, que puedas aplicarlo a tu experiencia personal desde el primer momento.

Piensa en el pop como el horóscopo de la música ("Un hombre moreno te piensa"), está hecho para llegarte, de alguna manera u otra, ya sea porque en este momento sólo estás pensando en la rumba del fin de semana o en ese amor platónico que debería estar contigo y no con su novi@ de mierda.

No tiene ciencia, no tiene profundidad, es simplemente una buena canción que te hace mover los pies un rato y de verdad, yo les pregunto ¿Qué de malo tiene sentirse bien? Sé que por más que ame a The Temper Trap no quisiera escucharlo estando en una fiesta, no, lo que quisiera escuchar es algo tipo Shakira, un poco de Madonna, y por supuesto, hasta Nicky Minaj, lo que sea que me haga bailar y desinhibirme, porque para eso es que estamos.

De verdad siento que tenemos que aprender a apreciar la simplicidad, la capacidad de no pensar en algo relevante por un rato y el darle vacaciones al cerebro. Sólo hace falta que bailemos un poquito de Rihanna y Gangnam Style para que nos sintamos algo mejor con nosotros mismos, y es que de eso se trata, de ser optimista, de bailar, de sentir la música en el hueso y moverse hasta que te duela, con un chorro de energía recorriéndote las venas.

Así que escuchemos algo de Beyoncé, bailemos y seamos felices, porque no hay nada más lindo en la vida que eso.

Party Poopers Afuera



La primera vez que fui a un concierto estaba a pocos días de cumplir doce años. Los Backstreet Boys llegaban por primera vez a Venezuela y por algún milagro divino de los dioses del pop también a Maracaibo, mi ciudad. Yo, que veía el Top 10 de MTV todos los días para asegurarme que mis ídolos todavía seguían entre los primeros lugares, y se lo tomaba como una ofensa personal cuando no, tenía todos sus discos y un par de cassettes, me sabía las coreografías, quería casarme con Nick Carter y engañarlo con A.J., obviamente no me lo iba a perder.

Así que ahí estaba yo ese día, en medio de miles de niñas gritonas, cuando salieron al escenario y todas empezamos a saltar, cantar y llorar como si no hubiese mañana, y en medio de todo ese caos recuerdo haber pensado en lo increíble que se sentía absorber la energía de toda esa gente a mi alrededor, como de alguna manera y aunque no nos conocíamos, todos estábamos unidos mirando a un mismo lado, cantando una misma canción, bailando, sintiendo la misma emoción y amor por la música...

Han pasado más de diez años desde ese concierto y he ido a montones más, pero todavía hoy puedo decir con toda la confianza que una de las cosas que más me llena es ver a una banda en vivo.

Y es que no importa si es Morrissey o Al Cruzar la Calle, si son setenta mil personas las que te acompañan o no pasan de cincuenta, cuando lo que estás escuchando de verdad te gusta lo único importante es ese momento.

Mi mamá no se explica por qué me gusta tanto un concierto, con un montón de gente que te empuja, huele a sudor, te echa el humo del cigarro en la cara, te pisa y te grita en el oído. Quizás si lo ves desde ese punto no tenga mucho sentido la cosa, pero lo que siempre le digo es que no se trata de ello, se trata del hecho de que esa gente que te empuja, te pisa, te grita y te ahoga con su cigarro está ahí por el mismo motivo que tú, para durante hora y media sentir lo mismo que tú estás sintiendo, moverse al mismo ritmo y cantar las mismas palabras.

Se trata de que en ese momento en que esa gente que fuiste a ver se monta al escenario y empieza con lo suyo sientes, o al menos yo siento, que eres parte de algo muchísimo más grande, que aunque nunca llegues a estar de acuerdo o siquiera conocer a los que te rodean, durante ese instante lo que los divide no importa.

Se trata de ese escalofrío que te recorre la espalda cuando escuchas la canción que más te gusta ser tocada en vivo, de las improvisaciones y hasta los errores que puedan haber en esa versión que ahora escuchas, de la emoción que sientes al cantar lo mismo que los que están en el escenario, al mismo tiempo y con la misma intención. Se trata de lo real que la gente en esa tarima se siente ahora que están frente a ti, que te están hablando y, literalmente, tocando para ti. Se trata de ese punto en el que comprendes que aquella canción que tanto escuchaste en tu iPod o en la radio fue hecha e interpretada por alguien de carne y hueso, alguien que respira, come y caga y que en este momento está parado a metros de ti.

Me disculpan, pero nada suena tan bien como cuando suena en vivo, saliendo de la boca y los instrumentos de alguien a quien puedes ver en tres dimensiones.

En Venezuela hay un número asombrosamente bajo de conciertos al año, al menos de gente que no sea Olga Tañón o Chayanne, así que asistir a uno es para cada quien una ocasión tremendamente especial. En mi caso, cuando vivía allá ir a un concierto implicaba viajar diez horas hasta Caracas o alguna ciudad cercana, gastar todo el dinero que ese viaje conllevaba además de la entrada al show, dormir arrimada en casa de algún amigo lo suficientemente amable como para prestarme su cama y, cuando empecé a trabajar, hacer el viaje de regreso durante toda la noche para a las 9 de la mañana estar sentadita en mi oficina como si nada hubiese pasado. Aún así lo hice cada vez que pude.

En Santiago la cosa es completamente distinta. Desde que llegué no ha pasado un mes en el que no haya ido a al menos un par de shows, grandes o pequeños, de bandas locales o artistas mega internacionales, no hay discriminación - En Maracaibo hasta los recitales de bandas locales eran escasos - y aunque eso implica que hoy soy más pobre que nunca, no podría ser más feliz tampoco.

No sé si en verdad tenga algo que ver, pero a veces siento que el haber crecido extrañando todo esto me ha hecho apreciarlo de una manera totalmente distinta ahora que lo tengo. Para mí ir a un recital sigue siendo algo sumamente especial y que espero con emoción. El sólo hecho de estar ahí se siente  como un privilegio, porque la banda/artista que estoy viendo ha trabajado mucho para llegar a este punto y aquel que está entre el público ha pagado, o al menos ha brindado su tiempo para apreciarlo.

Escribo todo esto porque a veces siento que el público chileno está malcriado. Aquí un concierto se transforma en muchos casos en un evento social, al que vas simplemente porque es chévere que te vean ahí y que cuentes que fuiste, porque esas fotos que estás subiendo en Instagram seguro van a tener muchos likes y publicar que viste a XXXX en tu blog y redes sociales te dará un montón de cool factor, "MIRA LO MELÓMANO QUE SOY JIJI".

Recuerdo haber estado viendo a Mogwai y escuchar cómo el tipo de atrás jugaba en su celular sin siquiera tener la decencia de apagar el sonido, cuando tocaba Best Coast y se escuchaba entre pausas un murmullo colectivo de gente comentando los tragos o planeando si se quedaban para la fiesta post show o se iban a otro lado, o más recientemente, mientras tocaba Pulp en el Primavera Fauna, mis amigos y yo a punto de agarrarnos con una tipa que no sólo habló gritando a todo pulmón durante varias canciones, sino que además nos mandó a irnos nosotros a otro lado si no la queríamos escuchar cuando le pedimos que bajara la voz.

En esta época en la que todo se graba, se fotografía y se tweetea, parece que se nos olvidó lo verdaderamente importante, que es estar ahí en el momento, viviéndolo y absorbiéndolo. Se nos olvidó la experiencia, se nos perdió en medio del faranduleo y el "yo estuve ahí", uno que no sirve de nada porque al momento de contar qué tal te pareció el show resulta que ni te acuerdas porque andabas más ocupado de tomarte fotos y contarle al de al lado lo que hiciste ayer.

Sería tonto e incorrecto de mi parte pedir que todos sientan la misma emoción que yo al asistir a un show. Sí, hay gente que va a conciertos nada más porque lo invitaron, porque no tenía nada mejor que hacer o porque le gusta una canción de la banda y le dieron ganas de ir a ver qué tal el resto de su material, todo ello es perfectamente aceptable y comprensible, mas así como no te sientas en la sala de cine a hablar por teléfono - O NO DEBERÍAS - ni entras a un funeral vestido como bola disco y contando chistes, por favor, por mínimo respeto a los que están en el público y el escenario, deja el cuento de la que te hizo tu ex para más tarde, o pon tu celular en silencio y vete al rincón a jugar tranquilo, sin molestarnos a nosotros que sí estamos ahí para aprovechar lo que está ocurriendo.

Esta es una petición no sólo mía, sino de todos esos fanáticos intensos que nos tomamos estas cosas a pecho porque vivimos para ellas, ya que así no estés ahí por las mismas razones que nosotros, nadie te dio derecho a aguarnos la fiesta.